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Arrojados de camino hacia ningún lado

Iván Gardea / ENE.26 — FEB.20, 2019

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Notas breves sobre la serie Arrojados de camino hacia ningún lado

En su serie Arrojados de camino hacia ningún lado, el artista Iván Gardea invita al espectador a participar en esta gran fiesta carnavalesca, suerte de fiesta cósmica y acto total, que llevan a la transformación del ojo y la renovación del corazón.
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Mundos al revés, donde las jerarquías se voltean, donde lo humano se vuelve animal, donde lo viejo está a punto de dar vida, donde lo informe está a punto de dar a luz. Quintaesencia de lo incompleto, como diría Bakhtin, las protoformas contienen en su seno todas las posibilidades, el mundo en potencia. Las orugas, seres-instantes, que representan el momento en el que el cuerpo está a punto de aceptar su destino en el mundo, el momento en el que todo puede ser.
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Funerales. Procesión para festejar la muerte, para propiciar lo que sigue, el acto de expulsión de esta caldera inmensa, el cielo, que da nacimiento al mundo. Es el cielo, el que esculpe o escupe la forma, la forma del cuerpo, este “absoluto inferior, que absorbe la luz” y la regresa al mundo transformada, delineada como su silueta y dotada de sentido. ¿Metáfora del trabajo artístico?
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El cielo y sus emanaciones -aires, nubes y daimones- en contrapunto al movimiento inexorable de la procesión de la vida, o tal vez solo de la fiesta, para recobrar la armonía del universo.
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Tierra, cielo, nube, tierra, aire, cielo. El cielo regresa la mirada al corazón de la fiesta, donde todo puede ocurrir. Sometida al movimiento circular sempiterno, la mirada se encuentra transformada. Pero el espectador tendrá que vivir la angustia del instante, una y otra vez, atrapado el ojo entre las líneas de la forma -crisálida-, pasmado entre la espera de la renovación y la desesperación frente a la imposibilidad manifiesta de la irrupción de lo transcendental.
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¿Mundos sin dios, sin transcendencia entonces? Seres caídos, ahora en la sombra del eclipse de Dios. Sol negro o círculo de luz que ciega al que lo mira de frente. Como centinelas, condenados a ver en dirección del horizonte. ¿Peregrinos perpetuos dando la vuelta a la tierra, orientados siempre hacia Jerusalén o judíos errantes destinados, castigados al andar eterno y los deseos insatisfechos?

Sin otra escapatoria que la fiesta, para burlarse del orden imperante en el mundo, del cuerpo vanidoso, del miedo a la contingencia. Irreverencia a la muerte, a la vida misma. Fiesta carnavalesca o mundo al revés, en el que se oyen los susurros de las voces de la tierra y las risas de los seres que vuelan. Sin otra escapatoria que buscar el sentido del desorden de la forma o de las formas del desorden, y revelar la belleza del cuerpo caído.

Texto por
Emilie Ordinaire

ExhibicionesTaco Arte2019